Ya se ha dicho: no hay que olvidar el comienzo de las películas porque en muchos casos (tal vez, los mejores) condicionan el resto de las escenas y su interpretación.
Jon Favreau decide mostrar en la primera escena de Iron Man 2 (2010) la razón que determinará el principal conflicto de la película. Esta elección tendría mejores resultados si se hubieran esmerado un poco con la construcción y presentación del malo de la película. Se insinúa que este ruso tiene motivos emocionales para ir a buscar la cabeza de Tony Stark, pero se lo abstrae rápidamente de su dolor y se lo exhibe en su obsesión loca y violenta. No vaya a ser que el espectador dude de qué lado está o directamente se ponga del lado del ruso por lograr una conexión emotiva. Con claridad el ruso es el villano, y Tony Stark es el showman carismático que se gana a todos, incluido el espectador. Así lo demuestra la segunda escena, que es la primera en la que aparece Stark: salta con su traje desde un avión, vuela esquivando pirotecnia y cae en el centro de un escenario que explota a todo bombo y platillo y luces brillantes con Shoot to thrill y 20 minas en paños menores bailando atrás.
Acá hay algo que parece que le interesa decir a Favreau: que le encanta AC/DC, y que además Iron Man es puro y moderno rock & roll. Usar hits de música reciente (más adelante aparecerán otros temas de AC/DC, un Queen, un The Clash, etc.) es peligroso porque su envergadura puede distraer al espectador, pero trazando una analogía con el personaje principal podemos concederle esta licencia que se ha tomado Favreau. Es fácil imaginar que la letra de Shoot to thrill representa a Tony Stark, y podemos encontrar sentido en que así se lo presente en esta segunda entrega (donde tiene el ego infladísimo porque ya es héroe, a diferencia del comienzo de la primera).
En la tercera escena hay otro detalle interesante, la filmación va con cámara en mano y en movimiento desde los ojos de Tony Stark. Puede haberse elegido para justificar el plano absoluto y de frente a Stan Lee, pero le cae de regalo que la utilización de la cámara subjetiva anuncie el punto de vista desde el cual veremos la película (el de Stark, claro). Si pensamos esto en detenimiento, la construcción de los personajes parece maravillosa, cada uno es exactamente lo que Tony pensaría que es: él mismo, un groso de aquellos; el coronel amigo se puso la gorra y es muy serio -a diferencia de lo que se ve en la primera película-; Natasha es inexpresiva porque no es eso lo que le importa a Tony sino sus curvas; Hammer es un fanfarrón traicionero e idiota; el ruso es un loco de mierda vengativo; Pepper es la dulce y buena que lo cuida).
El resto del film es más o menos promedio para lo que es una película de superhéroes y consecuente con la primera película. Mucha acción y mucha presunción espectacularizada del ego de Tony Stark que como figura pública se mueve con humor y carisma a pesar de la tensa situación que esconde y que se va presentando poco a poco para generar suspenso con este conflicto de fondo.
Hay una separación muy clara entre los conflictos públicos y los privados, el principal, con Vanko, comienza justamente en la pista de F1 en Mónaco en medio de una carrera llena de público y cámaras de tv. Su enemistad con Hammer se presenta en una audiencia pública frente a cámaras de tv. El conflicto interno, privado, se maneja primero detrás del escenario/telón, luego en el sótano que es su refugio personal, luego frente a la intimidad de un espejo de baño. Esta última toma confirma el punto de vista: Tony mira directo a cámara, se mira a sí mismo. El primer plano, en esa instancia emotiva, es fundamental y correctamente utilizado.
Lo interesante de este film, para los fanáticos, puede resultar la combinación de acción con el humor. El ícono de este matrimonio es la escena en la que Happy, el guardaespaldas de Tony, intenta con el auto parar los avances de Whiplash (Vanko): hay atropellos, gritos desaforados de mujer, vuelan chispas, vidrios y partes de autos por todos lados y como si fuera poco los movimientos de Robert Downey Jr., de tanta confusión auditiva, parecen una fantástica expresión pantomímica.
Robert Downey Jr. está impecable y congruente con lo que viene haciendo en los últimos años (desde Iron Man y Tropic Thunder hasta Sherlock Holmes), consolidando un estilo. La mayoría de los actores están correctos (Paltrow, Rockwell, Cheadle), pero además de Downey Jr. hay que separar y mencionar a Mickey Rourke, porque se ha dicho mucho de él y, por polémicos que sonemos, nos parece que fue el peor y menos creíble de todos los personajes.
Para ir cerrando. Por ser la segunda (o primera, medio extendida) experiencia de Favreau como director, él hace más (o mejor) de lo que podemos decir de la mayoría de la parafernalia pochoclera de hollywood. Un poco pasada la mitad del flim hay una escena que parece intrascendente, sin demasiada coherencia con el relato o justificación más que para meter un guiño de humor a los fanáticos de Marvel. Quédense hasta el final de la película, incluso después de los títulos, porque recién ahí se sabe que ninguna de las escenas que eligió poner Favreau en la película está de más, y ese guiño de humor era también un guiño de predestinación a lo que ya se sabe que saldrá en años venideros: la película de "The Avengers" (entre cuyos personajes principales están Iron Man, el Capitán América, Thor, el increíble Hulk).
Más allá de que el lector ideológico denuncie el patriotismo y la obvia nacionalidad del villano, y los contenidistas que la resolución de la historia va de la mano de la fórmula "el héroe vence al villano y se lleva a la chica", si ninguna escena está de más, hay una utilización de recursos de arte cinematográfico que por momentos es bien medida, y el actor protagonista se desempeña con creces, hay detrás de todo esto, al menos, una obra cuidada y uniforme que no viene a romper el estado de las cosas sino a demostrar, por momentos, cómo para cualquier cosa que se quiera decir se pueden pensar buenas maneras de hacerlo.