Primero: no le crean a este poster mentiroso que puse acá. Es el más difundido, aunque no el más mentiroso. Hay uno, lo vi en la puerta del establecimiento al cual asistí a ver la película, que es peor. Ponen la corporalidad icónica de Rodrigo Santoro al costado, como comodín; eso es peor no sólo por la mentira -Santoro aparece unos 5 minutos en la película- sino porque, bueno, es Rodrigo Santoro. Y por alguna razón cósmica -que quizás pueda reducirse al simple hecho de la explotación del aspecto físico para pretender talento y para hacerse el canchero- nos causa rechazo.
Segundo: I love you Phillip Morris (2009) no tiene que ver con la marca de cigarrillos Philip Morris, aunque la coincidencia fonética genere confusiones y teorías sobre una posible estrategia publicitaria encubierta de la nefasta empresa. Tampoco es, por lo que puede indicar el poster, una "película de homosexuales". O sí, pero los clichés y las alusiones a la homosexualidad no duran mucho. Durante la mayor parte de la película hay una muy políticamente correcta manera de tratar la historia de la relación entre estos dos hombres: se hace una historia de amor entre dos personas, sin detenerse en diferencias que pudiera haber por el hecho de que los dos son del mismo sexo.
El comienzo de la película es para destacar. Alguna vez le pegan en hollywood y el fondo sobre el que imprimen los títulos no es tan púramente decorativo. No señor, acá hay nubes. No son nubes tormentosas ni siniestras. Hay una música coral, celestial. Nubes alegres, ¿se entiende? Ahora es cuando ustedes se indignan y dicen: "¿Nubes? ... No, en serio, ¿es una broma?". Y yo diré que sí, nubes, y no, no es broma. Aunque las nubes alegres (esto me hace pensar en el sol-bebé de los teletubbies, ¡qué horror!) sean probablemente el fondo más común de la historia de los fondos, en este caso está justificado su uso (y sabemos que lo importante no es qué pongan sino que esté justificado, que tenga coherencia interna, verosimilitud, se conecte entre las partes). También podemos decir que es una decisión respetable volver a las nubes para usarlas de separador entre escenas (en vez de usar el horroroso fundido a negro indiscriminado que se usa tanto), lo que a su vez reafirma la decisión del principio.
Es aceptable por dos cosas: primero, el protagonista narrará la historia desde la cama de un hospital, con la mirada fija hacia arriba y pinta de moribundo -además, lo dice, se está muriendo- (ojo, no quiere decir que vamos a ver 2hs al tipo tirado en la cama). El plano cenital de esta escena se repite cuando él vuelve la memoria a su infancia; está acostado en el pasto, mirando las formas de las nubes cuando lo llaman para darle una noticia para él trascendente. Que las nubes vuelvan a aparecer a cada rato puede ser un intento, también, de ir remarcando el punto de vista.
Estos detallecitos los menciono porque después no hay tanto más para resaltar. Algunas pocas artimañas que igualmente suelen usarse, como algunos fuera de campo para que los golpes de comicidad funcionen a otro nivel. Los movimientos de cámara se reducen a dos cosas: pocas tomas de cámara en mano con esa turbulencia suave molesta pero que desperdicia el recurso por estar elegida casi al azar, y al seguimiento de los personajes si es que corren, van en auto o algo parecido; el resto es plano tras plano, todo efímero, vertiginoso.
Conflicto tras conflicto (unos cuantos, repetidos) la película avanza entre romanticismo y comedia común (un poco de la inevitable obviedad sexual, un poco de gestualidades, y lo mejor, el silencio). Es para admirar el trabajo de Ewan Mc Gregor, en un personaje bastante logrado en muchos detalles sin ser explosivo: gestos, posturas corporales, tonos de voz. En cuantro al trabajo de Jim Carrey la película es una muestra de la versatilidad del actor, en ésta pasa por unas cuantas de sus facetas: el bufón, el neurótico, el canchero, el ridículo, el romántico y el depresivo.
En definitiva, una película de estafadores podría iluminar sutilmente el ingenio de los planes con una maravillosa gracia, pero la estafa en esta película resulta casi una excusa. Se resuelve como se resuelven los problemas en cualquier otra industria comercial: búsqueda de mayores ganancias (explicar todo bien literal para que el público pueda verla y entenderla hasta si estuviera serruchando con un tramontina una mesada de aglomerado) con el menor gasto (de neuronas) posible.
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Hacer una mención al título que tiene esta película en español en el mercado argentino sería hacer circular más todavía ese horroroso, horroroso título. Ni me hagan acordar.
I love you Phillip Morris (2009)
on 17 de octubre de 2010
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