Diferente de las tragedias cotidianas que vino haciendo últimamente, como Million Dollar Baby, Changeling, Mystic River o Gran Torino, la más reciente producción cinematográfica a cargo de Clint Eastwood en su faceta de director es -oh casualidad temporal- una película (con estilo de publicidad de Pepsi) sobre Sudáfrica, su emblemático primer presidente negro, Mandela, y su relación con el mundial de rugby de 1995.
A grandes rasgos, en su tema y su construcción, la película funciona más como producto convenientemente promocional del mundial de football que como una producción artística, independiente de las tendencias mediáticas. Por empezar, el género es una mezcla de situaciones y puntos de vista que no confluyen ni en lo biográfico ni en el género deportivo. Y no es que el género, o su definición, tengan importancia crucial en la calidad de una película, es que frente a una conjunción superficial es necesaria la existencia de un nexo fuerte y coherente para cohesionar el film y profundizar la posibilidad de significar.
Desde la primera escena hay un despliegue de obvios, esperables y alegóricos signos del apartheid y su progresiva abolición: de un lado unos niños bian, rubios y limpitos entrenando rugby junto a su caucásico DT en una linda cancha de césped delimitada por rejas de hierro pintadas, y del otro lado de la calle, cruzando un alambrado viejo y endeble, un grupo de chicos negros con la ropa sucia, jugando al fútbol (soccer) sobre tierra. Los chicos se apoyan en el alambrado y como barrabravas gritan por Mandela cuando pasan autos custodiados; mientras uno de los niños blancos desaprueba con la cabeza la negrada de la otra vereda, el entrenador explica que Mandela es ese terrorista que liberaron y que el país se va al caño.
Luego comienza la descripción de Mandela en su primer día de presidente y su promoción de la multirracialidad ("the rainbow nation starts here"), la reconciliación y el perdón frente a un sistemático rechazo a los blancos por los negros y a las representaciones del apartheid, entre ellas el equipo de rugby (los Springboks). Todo esto dicho de manera muy literal, para que nadie se pierda nada, y con un insistente discurso del líder en tono filosófico que le traza la silueta de sabio paso tras paso.
Muestran entonces lo mal que le va a los Springboks y Morgan Freeman, con su logradísimo acento sudafricano, explica por qué la cuestión del rugby es un tema crucial para la unión de la nación: los blancos dominan la policía, el ejército y la economía; sin ellos no se podrían solucionar los problemas sociales y económicos.
En ese momento Mandela manda llamar al capitán del equipo de rugby, interpretado por Matt Damon (también con un acento que hace difícil reconocerlo), y le dice algunas palabras para motivarlo a ganar el mundial. La otra orden es que les enseñen algo de rugby a los chicos negros de la cancha de tierra.
No falta el poder mediático que presiona tirándole mierda a los Springboks: un famoso periodista/comentarista que se regodea con las derrotas del equipo y lo defenestra con mediocridad dando su "humilde" (e infundada) opinión, y cuando al equipo le va bien critica el exceso de entrenamiento y de compromiso humano/social. O que "de alguna manera" están ganando (y el típico "si no le ganaste al mejor no le ganaste a nadie").
No se sabe bien por qué pero al equipo le empieza a ir bien. El capitán juega para el lado de la 'unión', recibe un poema de Mandela (Invictus), visita la cárcel donde estuvo preso y se emociona, se inspira. Llega la final contra los All Blacks y Mandela se pregunta: ¿Cómo podemos ganarle? No sabemos.
En la tribuna está la familia del capitán, con el padre racista y la sirvienta negra, todos mirando alegremente el partido. Los blancos alientan a Mandela unánimemente, apenas un año después. Los sectores populares (negros) en sus casas, bares y fuera del estadio miran el partido y dejan desérticas las calles. Luego de largas escenas de partido que no tienen suspenso porque ya sabemos qué pasa aunque no sepamos cómo, y otras donde la acción se hace lenta y el ruido bruto y animal de un scrum parece querer decir "miren cómo luchan", aparece con música de fondo exitista y épica la alegoría de la unión en la copa sostenida entre una mano blanca y una negra. Gana el rugby, gana la nación y todos contentos.
La excesiva literalidad puede dejar contentos a los literarios, a los que buscan enseñanzas y discursos políticamente correctos. Los que esperan una película con símbolos propios, conflictos, un cine fundamentalmente narrativo y un estilo de autor dominante tal vez prefieran ver otras cosas.
Invictus (2009)
on 4 de julio de 2010
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