Después de la desilusión de Sweeney Todd (2007) (que tiene un manejo de fotografía de la puta madre pero la trama no le llega ni a los talones, y el musical no ayuda en lo más mínimo) no tenía grandes expectativas frente a la nueva obra de Tim Burton.
La versión de Disney de Alice in Wonderland, de 1951, prometía un escenario complejo y personajes extraños para que Burton desplegara su cinematografía en todo su esplendor. Un escenario, no más que eso. De alguna manera el mundo creado en Big Fish (Burton, 2003) parece inspirado en Wonderland, y Ed Bloom, el gran cuentista y soñador, tiene una mente análoga a la de Alicia. Pero lo que en Big Fish es una historia simpática en la extrañeza de sus detalles, en su Alice in Wonderland es... un escenario.
Ahora se supone que esta misma Alicia tiene 19 años, y conserva la esencia de cuestionar las convenciones sociales e imaginar mundos alternativos. Ahá.
Cuando Alicia necesita escapar del mundo dado, tradicional y aburrido, cobra vida su país de las maravillas y la noción de realidad se vuelve intrascendente para el desarrollo de la historia. Hasta ahí todo bien.
Pero lo que en Disney, cuyo público sería primordialmente infantil, es un un musical-cómico construido por la suma de pequeños fragmentos oníricos de algún infante que me cuesta en algunos casos relacionar, para Burton es una película de aventuras (típica lucha del bien contra el mal) de un nivel promedio.
El Sombrerero Loco (Johnny Depp) es protagonista, pero no como un pobre chiflado totalmente demente (lo cual era su gran atractivo), sino que es un tipo un poco rarito con un nivel de locura que no llega a ser lo suficientemente descabellado como se podría esperar. Es sensible, sí, algo simpático, pero en definitiva la fórmula que utilizan Burton y Depp para construir este personaje es la misma que usaron para Willy Wonka en Charlie and the Chocolate Factory (2005); loquito alegre con lapsus mentales de tristeza por algún acontecimiento del pasado. No obstante, es un personaje atractivo. Menos el baile del final, claro. La ridiculez no alcanza ni a la risa, no entiendo todavía qué pasó ahí.
Las intervenciones de la liebre loca son lo que salva la película, sumando alguna parte de la Reina de Corazones (Red Queen) que gana con su mal carácter y su conocida muletilla "¡córtenle la cabeza!". Helena Bonham Carter está muy bien (a diferencia de su interpretación en The Theory of Flight (1998) que me pareció lamentable, no le creí ni el parpadeo).
Desde estas butacas nos resultó meramente entretenida, pero es una película "familiar", o eso parece que intenta ser de alguna manera levemente retorcida (retorcida por EL MERCADO -el villano por excelencia de todas las películas capitalistas-). Apuntando tan amplio el que mucho abarca poco aprieta. Sin un blanco específico de público, hay algo que falla.
Congruente con el estilo Burtoniano, hay un planteo de fondo que intenta mostrar que ante el hastío de la vida tradicional no sólo queda soñar (mensaje que podía estar insinuado en la versión de Disney) sino que el límite de lo posible está en la imaginación.
Está bien para los soñadores, le salió con algo de gracia. Sin embargo la película parece tratarse tan poco seriamente a sí misma con esa reproducción de un rejunte de escenas y lugares comunes que llegando al caso, se diluyen las ilusiones.
Para mí, a Burton una mención especial por Big Fish y a otra cosa.
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