Ya que hemos abierto las puertas al público masivo recientemente, vamos a subir la apuesta del post anterior. Ya teníamos Up, ahora traemos Up in the air, una de las *hay que decirlo para ganar rating* nominadas al Oscar como mejor película del 2009. Es lo más reciente de Jason Reitman, quien nos ha sabido deleitar con Thank you for smoking (2005) y nos ha agradado un poco menos, y en otro nivel, con Juno (2007).
Hay una idea interesante que sirve de puntapié inicial para la historia y de base teórica para la conducta del protagonista: toda relación interpersonal y todas las posesiones materiales (desde las más pequeñas hasta los inmuebles) son una carga que cada individuo debe arrastrar sobre su espalda; si se pone todo dentro de una mochila, como plantea Ryan Bingham (Clooney), la presión ejercida sobre el cuerpo (un cuerpo-espíritu) haría lógicamente al individuo un ser limitado, inmóvil.
El Sr. Bingham no se toma la molestia de tener relaciones trascendentes con el resto de los seres humanos, no le encuentra el sentido. Y vive en el aire. Sí, no estamos diciendo que es un colgado y 'vive en las nubes', sino que el señor vive literalmente entre aviones y hoteles, con escasas posesiones personales.
Hay una sensación de liviandad en la vida del protagonista que la dirección y la edición acompañan con tomas cortas, sistemáticas y los planos en detalle, y ayuda a generar un ritmo ameno la musiquita de percusión.
Pero las metáforas construyen un escenario de vida posmoderno que se autolegitima con unas cuantas e insistentes líneas que nunca reciben explicación o sentido alguno ("Moverse es vivir", "Cuanto más lento nos movemos, más rápido nos morimos" ---¿eh?).
Ryan Bingham es la típica figura de winner que se cree que ha descubierto el secreto del 'vivir' y considera que sus decisiones son lo suficientemente valiosas y reveladoras como para pregonar en conferencias y charlas y proponer que se lo imite. Y al mundo que lo contrata para estas tareas parece resultarle fantástica su filosofía nihilista y su incitación hacia el consumismo infinito.
En esa filosofía hay una lógica interna que conecta cada parte del eslabón con las demás, pero no hay una razón lógica de fondo. Con esto, ante la presión de una joven y nueva compañera de trabajo (el personaje de Natalie) que cuestiona su forma de vida y ante el desafío de toparse con una persona (una versión femenina de sí) con quien comparte intereses, la filosofía que desestima el compromiso comienza a debilitarse y generar dudas.
No nos parece que George Clooney interprete un papel diferente al que estamos acostumbrados a ver. Farmiga, al contrario, mucho más aburrida que de costumbre. Por otro lado, somos de los que creemos que un llanto mal actuado destruye toda credibilidad: desastroso el llanto histérico de Anna Kendrick.
Up in the air es una metáfora sobre la vida posmoderna y el progresivo debilitamiento en las relaciones humanas, pero la historia que cuenta esta idea es bastante común. No es que haya algo malo con eso, pero da la sensación de que le falta algo de intensidad a la trama y a los personajes (vamos a decirlo de otra forma: algo interesante), para que la metáfora tome el vuelo que podría alcanzar.
Parece haber un despertar en el personaje, luego de lo que podría interpretarse como una larga pesadilla de enfermo, pero sólo llegamos a verlo abrir los ojos. Tal vez el vuelo tenga que comenzar cuando finaliza la película.
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