The Invention of Lying (2009)

En principio, la construcción de un universo específico y alternativo (la diégesis) para contar una historia requiere por lo menos de un pensamiento primero lateral y luego global. La idea inicial es, cuando menos, prometedora: un mundo igual al occidental contemporáneo en el cual el ser humano no es capaz de mentir ni conoce el concepto de mentira. No lo conoce porque no existe, "no ha sido inventado".
Un tal Matthew Robinson escribió junto a Ricky Gervais (más conocido como escritor de la serie The Office, y como actor protagónico en la versión original británica) esta película que relata las circunstancias de vida de Mark Bellison, el hombre que en ese escenario diegético descubre un buen día "la mentira", en una suerte de epifanía.
En primera instancia, en este mundo creado resulta arbitrario el olvido del silencio. Es decir, no es correlativo que por no poder mentir ni engañar los personajes deban decir absolutamente todo lo que se les ocurre en todo momento, siendo innecesariamente crueles, inmaduros y/o irrelevantes. En la presentación se describe el escenario con unas simples líneas: "todos dicen la verdad", "la gente dice exactamente lo que piensa"; sin embargo eso no significa que no puedan cerrar la boca.
La cantidad de personajes con síndrome de verbosidad agresiva que aparecen en la película recuerdan la común y poco procesada idea posmoderna que dicta que decir 'la verdad' es decir todo lo que se piensa, sin importar las consecuencias, ni el valor de las palabras porque el valor está en la verborragia misma, en la valentía de la aparente rebeldía y confrontación. Decir la verdad está muy bien, pero esto se ha vendido como etiqueta al por mayor a varias generaciones y sectores que compraron con orgullo la idea de que la honestidad es inherentemente brutal, y no existe ni la amabilidad ni la cortesía (no como regalo sino como gesto de bondad) en la verdad.
Por otro lado, el recurso cómico de la dinámica dialógica acorde al escenario propuesto tiende a agotarse con facilidad luego de un par de minutos de insistir con los clichés básicos sexuales y los crudos ataques verbales, pero un humor más interesante y real surge a mediados de la película, cuando la historia entra en terreno religioso. Sumada a una irónica burla del mundo publicitario digna de ver, hay una serie de titulares de diarios efectivos que resuenan con estilo Capusotteano.
Hay una crítica superficial y engañosa al imperio de las apariencias, encarnado en el personaje femenino que interpreta Jennifer Garner (un muy irritante desastre natural como actriz). El recurso paródico es la exageración obvia o explícita de la tendencia actual, presentado en una mujer que piensa que hay una superioridad genética en las personas atractivas, y eso es indispensable al momento de elegir parejas sexuales. Claro, a la boluda (no lo digo agresivamente sino descriptivamente) también le importa la guita y el status social, pero una vez que ese obstáculo es superado por Mark mediante la utilización de la mentira, su apariencia sigue siendo determinante para el rechazo. En definitiva, la crítica pierde consistencia al presentar a Mark, supuestamente lúcido y capaz, en un enamoramiento no justificado más allá de la apariencia. La tipa tiene una lentitud digna de simio, es sumisa y sigue unos principios que ni entiende ni se cuestiona. ¿Qué es lo que le gusta a Mark de Anna? Que está buena, no me jodan.
Pero al menos es audaz en no dejar de mencionar una historia que puede ser considerada como una de las más grandes mentiras de la humanidad. Gervais, con su confeso y obvio ateísmo, utiliza la ridiculez para presentar los inicios de la creencia en "el hombre del cielo" y en la religión; por momentos da en el clavo de la comicidad para los que no se vayan a ofender.
La idea se ofrece de manera clara: la creencia en "el hombre del cielo" parte de una llana y lisa invención, una mentira, y puede parecer que sirve para reconfortar o para orientar al ser humano hacia la bondad, pero inicialmente lo alienta a actuar por miedo al castigo 'divino' o en búsqueda de una recompensa eterna. Interés personal y egoísta, no humanitario.
Y aunque Mark diga que sigue siendo un perdedor por no tener a la minita, la forma en que se presentan los eventos en realidad dicen lo contrario: Mark está lleno de guita, tiene el trabajo que siempre deseó y un elevado status social. Ya es exitoso, y eso por el fabuloso invento del mentir. No es necesario que al final consiga estar con Anna para lucir exitoso (porque además la minita ya está muerta por él), aunque evidentemente el retorcido mensaje que busca reivindicar el valor del amor por sobre el 'éxito' no rinde frutos.

Por último, es original y rompeparadigmas, en algún punto, la presentación que a grandes rasgos se hace de la mentira. A Mark lo maltratan, lo agreden y lo ignoran: él por el contrario es amable, y el hecho de que pueda mentir no lo hace un mal tipo, ni se aprovecha con malicia de su habilidad o descubrimiento. Hollywood, al contrario, suele condenar en sus personajes hasta la mentira más banal y bienintencionada. "No puedo creer que me mintieras/escondieras", se oye a menudo; muchas de esas veces hay una acción terrible y maligna detrás de ese encubrimiento o mentira, y sin embargo hay una operación de demonización de la mentira en sí misma. Tal vez sea ya hora de replantearse el significado intrínseco de los actos y formular una moral con valores dignos de la época.

3 comments:

SirThomas dijo...

Muy interesante la crítica.

Para uno que no bucea tanto en los mensajes y demás, le sirve para hacer una relectura de la película, incluso.

Ricky Gervais, que vendrí a ser algo así como la última gema de la comicidad británica (?), o al menos uno de los que más trascendió (todo esto, sin estar a la altura de otros grandes del buen humor, y tampoco haciendo una comparación con aquellos).

Saludos.

val dijo...

Me alegra el comentario porque más o menos se supone que la crítica de cine debería hacer repensar al espectador la película, si no en todos al menos en algún nivel.

No sé si Gervais es la última gema de la comicidad británica, de hecho empecé a escribir sobre The Invention... pensando en mencionarla como introducción al comentario de una 'gema' de la comicidad británica que me resulta mucho más rica: Hot Fuzz, de Edgar Wright, con la genial actuación de Simon Pegg y una buena de Nick Frost. La idea era comentar sobre esto, pero me resultó tan agradable que todavía no pude dejar de reírme para analizarla en profundidad. Fervorosamente recomendada.

SirThomas dijo...

Bien, sí, lo de Gervais lo decía más que nada por ser británico y haber tenido cierto suceso, marcando también que, a comparación de otros años, no han salidos tantos y talentosos "cómicos" de UK, pero más que nada como una teoría al aire que una aseveración.

Hot Fuzz está muy bien, la vi hace tiempo. El pelirrojo también actuó en otra (y varias más, no recuerdo si estuvo en la del funeral - que a mí no me gustó) que se llama Run Fat boy Run, que también tiene lo suyo.

Saludos.

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